SUSTENTABILIDAD

¿Cómo la belleza puede cambiar nuestras mentes?

Tenemos que reevaluar la idea de que esta tierra está aquí para nuestro consumo.

Un tren se desliza por el paisaje, tan pequeño en el terreno extenso que necesitas un momento para registrar su presencia. De alguna fuente desconocida, el vapor sube del suelo. Camiones se alinean en el horizonte, inofensivos como ovejas en una colina. Y parece que la fotógrafa está solita como testigo, a pesar de los trazos de actividad humana que comienzan a revelarse.

Esa sensación de soledad, la quietud contradictoria, la admiración frente a la sublime belleza de un paisaje - y después la creciente consciencia de que algo está sucediendo. Esa experiencia está en el centro del trabajo de la fotógrafa Victoria Sambunaris y de lo que ella nos pide como espectadores. La belleza seductora de sus imágenes nos desarma. ¿Nos está permitiendo mirar o exigiéndonos que lo hagamos? Nos está dando testimonio; nosotros somos, también, responsabilizados. “Si estoy en Alaska, observando al oleoducto de 800 millas que cruza la cordillera Brooks o en la frontera mirando la cerca de 17 metros que divide el paisaje”, dice ella, “pienso, ¿qué nos trajo hasta aquí?”

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Victoria ilumina intersecciones de geología y cultura, registrando el impacto de la actividad humana en el paisaje americano. “Las fotografías que produzco cuestionan nociones tradicionales y clichés de paisaje, nuestro lugar dentro de ella, y los papeles y responsabilidades colectivas en cómo y por qué la moldamos de esta manera”, escribe.

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Se zambulle en el paisaje americano por tres a siete meses, viajando con propósito, armada de preguntas, preparada para la descubierta. Sus investigaciones la atrajeron para las Cavernas de Sonora, donde empresas de petróleo compraron los derechos mineros del entorno en los años 70, ciudades fronterizas a lo largo del canal de navíos de Houston y del Rio Grande, con vista hacia la industria petroquímica.

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Victoria se involucra con comunidades locales donde quiera que se encuentre. Aunque viaje sola, las interacciones humanas tornan el trabajo posible y los encuentros casuales producen resultados. “En 2003, yo estaba intentando acceder a una mina de oro en Alaska”, recuerda. “La había llamado a la mujer de relaciones públicas varias y varias veces, sin respuesta. Una noche, mientras acampaba en un lugar alejado, mi perro se acercó a un grupo de personas. Lo que pasó fue que una de las mujeres era la persona que trataba de contactar - ella me dio el acceso.”

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Victoria trabaja con una cámara de campo de madera de gran formato 5x7, cargándola ella misma al equipamiento por los campos o por las montañas. Saca poquísimas fotos - algo curioso en los días de hoy, cuando todos hacen fotos constantemente en sus iPhones. Ella está prestando atención. Está actuando de forma deliberada. Y nos pide que hagamos lo mismo.

"Espero que pase el tren", explica. “Espero la luz. Espero." El ritmo de su proceso esconde la urgencia de las cuestiones que ilumina. Pero no es pasiva; está activamente determinada a ver el resultado que desea.

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Para crear su trabajo más reciente, Victoria pasó los últimos años recorriendo locales de minería en Utah, continuando su diálogo con el mito del oeste americano y la persistencia del Destino Manifiesto en la psique nacional. Explica: "tenemos que reevaluar la idea de que esta tierra está aquí para nuestro consumo."


Victoria Sambunaris tiene Maestría en Bellas Artes de la Universidad de Yale, donde ocupó varios puestos como profesora. Su trabajo ha sido ampliamente exhibido en museos y galerías por los Estados Unidos, incluyendo la National Gallery of Art, en Washington, DC; el Museum of Modern Art, de Nueva York; el San Francisco Museum of Modern Art; y Albright-Knox Art Gallery, en Búfalo. Una monografía de su trabajo - Victoria Sambunaris: Taxonomy of a Landscape (Victoria Sambunaris: Taxonomía de un paisaje) - fue publicada por Radius Books en 2013.